A MIS COMPAÑEROS, A LOS QUE LO FUERON Y A LOS QUE UN DÍA LO SERÁN…
A ti, compañero… Que un día llegaste, y te sentaste tímido a mi lado…
A ti, compañero… Que estabas cerca de mí, sin hablar, mientras escuchábamos…
A ti, compañero… Que un día me miraste, y te miré… y vi tu sonrisa…
A ti, compañero… hombre o mujer, que no supe de qué color son tus ojos, pero sí tu mirada…
A ti, compañero… que nunca supiste mi raza o mi religión, y aun así me mirabas…
A ti, compañero… que moraste conmigo el lado oscuro, y cruzamos juntos el umbral de la luz…
A ti, compañero… que subiste conmigo a la montaña rusa de mis miedos y bajé de tu mano…
A ti, que me viste caer al más profundo de los abismos y luego subir a las nubes más altas…
A ti, sí, a ti, compañero… compañero pero maestro, que pusiste luz en mi rincón oscuro…
A ti, te reconozco, te admiro, te amo… y quizá algún día te he juzgado y despreciado…
A ti, compañero… mi compañero, mi amigo, mi enemigo, mi maestro, mi alumno, mi hermano…
Que lloraste conmigo de pura tristeza… o rabia… y que reíste la risa tonta de la magia…
Que me cogiste la mano en mis peores pesadillas, y que volaste en mis sueños, a mi lado…
Que respetaste mi infierno y te enorgulleciste de mi cielo…
Que juntos osamos abrirle la puerta al dragón, para que entrara…
Y rescatamos a la dama del bosque de las hadas…
Que no pude decirle a tu silla vacía, cuánto te añoro, y cuánto te extraño…
Que hoy saltamos juntos a la vida que comienza…
…Y que mañana seguirá tu alma entre mi alma…
María Paloma Fernández González
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