martes, 1 de septiembre de 2015

PERSIGUE   TU  SUEÑO
Busca dentro de ti y descubre qué da sentido a tu vida.            Entonces, déjate la piel en ello, porque merece la pena. No importa las veces que te sientas abatido o te caigas, si te sientes cansado o que te falta el aliento. Solo hay una vía y es ver en cada una de esas ocasiones una oportunidad, un empujón para levantarte y volver a empezar. Apóyate en las personas que te generan confianza, en tus valores y principios. Pueden ser muy exigentes, pero serán buenas muletas para llegar a tu meta.
Será necesario aprender a no escuchar a quienes quieren matar los sueños de los demás. Si quieres formar parte de algo, persigue tu sueño, porque eso te alejará de la mediocridad. Los vencedores no dejan de creer en sí mismos.
“Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, ni siquiera yo. Si tienes un sueño, tienes que protegerlo. Las personas que no son capaces de hacer algo te dirán que tú tampoco puedes. Si quieres algo, ve por ello, y punto” (En busca de la felicidad, film de Gabriele Muccino).

“Si te atrae una lucecita, ¡Siguela! Que te conduce a un pantano… Ya saldrás. Pero si no la sigues, toda la vida te martirizarás pensando que quizá era tu estrella”, Cleóbulo de Lindos. 
MOSTRAR APRECIO

Lo contrario del amor no es el odio. Lo contrario del amor es la indiferencia”. Esta frase del escritor Elie Wiesel puede aplicarse a todo tipo de relaciones. Si uno no siente más que indiferencia hacia el otro, prescinde de él. La consideración hacia el otro se demuestra en una actitud de respeto y aprecio. Son dos maneras de ver.
“Respeto” viene de respicere, mirar al otro una vez más. A veces en la vida cotidiana me cruzo con el otro sin prestarle atención, me detengo, le miro otra vez y me fijo en él de nuevo. El respeto significa también tener consideración, dirigir nuevamente la mirada a él y contemplarle. No me cruzo con él como si no le viera. Doy media vuelta y le miro.
El verbo alemán anisen, “mirar”, tiene un significado muy profundo. Mirar a uno es mostrarle consideración y estima. Al mirarle le manifiesto mi aprecio. Valoro sus cualidades, su dignidad, su irrepetible individualidad. Pero este aprecio no debe mostrarse solo con miradas. El otro necesita mis palabras agradables que le hagan creer en sus valores.

Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte. 
¿CREE EN LAS CASUALIDADES?

¿Cómo explica lo siguiente?
Abraham Lincoln fue elegido para el Congreso de los Estados Unidos de América en 1846, John F. Kennedy en 1946.
Lincoln fue elegido presidente en 1861, Kennedy en 1961.
Los dos se caracterizaron por su lucha en favor de los derechos civiles. Sus esposas perdieron un hijo mientras vivían en la Casa Blanca. La secretaria de Kennedy se apellidaba Lincoln y el de Lincoln, Kennedy. A los dos presidentes les asesinaron un viernes y a ambos con un tiro en la cabeza; sus asesinos eran del sur. El de Lincoln, John Wilkes Booth, nació en 1839, y el de Kennedy, Lee Harvey Oswald, en 1939. Booth disparó en un teatro y fue capturado en un almacén. Oswald disparó desde un almacén y fue capturado en un teatro. Booth y Oswald fueron asesinados sin juicio alguno.
         Y, por último, porque todavía hay más coincidencias, los sucesores de ambos presidentes se apellidaban Johnson. Andrew Johnson, sucesor de Lincoln, y Lyndon B. Johnson, sucesor de Kennedy. Andrew nació en 1808 y Lyndon en 1908.

         A esta sarta de casualidades el matemático John Allen Paulos la llama “evidencia conspiracional”. Y este es su ejemplo preferido para hablar del tema. 

lunes, 31 de agosto de 2015

CIERRA   LOS   OÍDOS

Un anciano y un niño viajaban con un burro. Caminaban junto al asno cuando pasaron por un pueblo. Un grupo de niños se rió: “¡Qué tontos! Tienen un burro y van andando. Al menos el viejo podría montar”.
El anciano se subió al burro y siguieron. Al pasar otro pueblo, algunos se indignaron al ver al viejo sobre el burro y dijeron: “Parece mentira. El viejo cómodamente sentado y el pobre niño caminando”. Viejo y niño intercambiaron puestos. Y en la siguiente aldea la gente comentó: “¡Es intolerable! El chico sentado y el anciano andando”. Ambos se subieron al burro. Poco después un grupo de campesinos les vieron y dijeron: “¡Es vergonzoso! Vais a reventar al animal”.
El viejo y el niño determinaron cargar el burro sobre sus hombros. Entonces la gente se mofaba: “¡Qué bobos! Tienen un burro y en lugar de montarlo, lo llevan a cuestas”.

De repente, el burro se desplomó por un barranco, hallando la muerte. El viejo instruyó al muchacho: “Querido mío, si escuchas las opiniones de los demás y les haces caso, acabarás más muerto que este burro. ¿Sabes qué te digo? Cierra tus oídos a la opinión ajena. Que lo que los demás dicen te sea indiferente. Escucha solo la voz de tu corazón. 

miércoles, 26 de agosto de 2015

PRECIOSO POEMA DE JOSÉ SARAMAGO

¿Qué cuántos años tengo?
-¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido…
Pues tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos.
¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo, otros “que estoy en apogeo”.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.
Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.
Ahora no tienen por qué decir: ¡Estás muy joven, no lo lograrás!... ¡Estás muy viejo, ya no podrás!...
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo.
Tengo los años en que los sueños, se empiezan a acariciar con los dedos, las ilusiones se convierten en esperanza.
Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras… es un remanso de paz, como el atardecer en la playa…
¿Qué cuántos años tengo?  No necesito marcarlos con un número, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas… ¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa si cumplo cincuenta, sesenta o más! Pues lo que importa: ¡es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos.
 ¿Qué cuántos años tengo?
 ¡Eso!... ¿A quién le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo y hacer lo que quiero y siento!!
Qué importa cuántos años tengo.
O cuántos espero, si con los años que tengo,

¡¡Aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!!